“Soy Leo, disculpá que te joda, me gustaría mandar a hacer un mate”. El mensaje que le cambió la vida a Federico
Imagine un domingo random, mientras desayuna en familia, le cae un mensaje de Lionel Messi a su celular para encargarle un producto que usted fabrica. Suena a delirio. Sin embargo, esta escena que parece de película de ciencia ficción fue real para Federico Bresciani. “Hola, ¿cómo estás? Soy Leo, disculpá que te joda, me recomendó Otamendi y me gustaría mandar a hacer un mate”, le escribía al dueño de Bresciani Platería Criolla el mejor jugador del mundo, con esa simpleza que lo caracteriza.


Prefiere no decir precios pero asegura que no hay canje y que le cobra lo justo. Aunque sacar rédito de esto era inevitable. Es que todo lo que Messi toca es oro y estos mates no han sido la excepción. Compartir en las redes sociales de Bresciani foto y video de la Pulga con el mate -con previa autorización del futbolista- y hashtag mediante fue un gol de media cancha. “Cayeron miles de mensajes y de esos capaz que el 1% te pide un mate similar. Pero lo que subió la cantidad de seguidores fue impresionante”, reconoce quien tuvo la dicha de conocer a su ídolo 20 días atrás. Y agrega entusiasmado: “Con la repercusión de hacerle el mate, que le saque alguna foto y nos siga en Instagram ya somos felices”.
Federico acompañó a su padre a la fábrica desde que tuvo uso de razón. La primera bombilla, recuerda, la hizo ayudado por el capataz de Bresciani con apenas 7 años, y se la regaló a su padre cual trofeo. Años después, él repitió la historia con sus hijos: Giuletta, de 13 años, y Juan José, de 1 año y medio, circulan por el taller desde que nacieron. Esa, dice, es la mejor forma de inculcar el amor por el oficio y la empresa, y así lograr que las generaciones más jóvenes quieran mantener viva esta marca centenaria. La compañía la fundó la familia Martínez Hermanos -por eso el sello es MH- en 1922 y elaboraba todo tipo de platería criolla: mates, cuchillos, bombillas, apero para gaucho, bandejas, juegos de té y vajilla. En ese entonces, el taller tenía 100 empleados y funcionaba en la calle Colonia (hoy está en Miguelete y Fernández Crespo, en Montevideo).
En la década de 1970 le vendieron la llave a Jorge Bresciani, padre de Federico, y a su socio, y cambió de nombre. “Venimos de familia de joyeros, Brela, que era Bresciani-Lafitte. Esta fábrica era proveedora de Brela y así mi padre adquiere la firma”, relata. Poco a poco se redujo la cantidad de empleados -hoy son nueve y los sienten como parte de la familia- porque el gaucho dejó de invertir tanto en el apero y hubo que reconvertir el negocio, aunque sin abandonar la esencia: “Tratamos de seguir haciendo platería (hebillas, rastras, cuchillos) para que no se pierda, por un tema de tradición. Las cosas que fabricamos se dejan de generación en generación. Muchas veces vienen a arreglar un mate, una bombilla o un cuchillo que les dejó un abuelo y resulta que es de acá. Lo reparan porque no solo tiene valor monetario sino afectivo”, afirma.
Federico tomó la posta del negocio dos décadas atrás, con 20 años, y lo hizo casi obligado, en circunstancias adversas, pero convencido de querer mantener un legado que le infla el pecho. “Mi viejo se enfermó de cáncer y empecé a tomar las riendas del negocio con 20 años. Falleció cuando yo tenía 22, soy único hijo y quedé al frente. Me encanta el tema del comercio y la venta pero fue en un momento muy duro (2002-2004), de crisis, y tuve que enfrentar una empresa casi fundida a los tumbos. Crecí en lo comercial y me hizo madurar muchísimo”, asegura.
Empezar a vender a joyerías y talabarterías en el interior del país fue el puntapié para poder reflotar la marca, aunque el boom, reconoce, se dio con los futbolistas, a quienes hoy define como sus principales clientes. El primero en elegirlos fue el Cebolla Rodríguez en 2013, y en Rusia 2018 no había un jugador de la selección que no tuviera su mate y su bombilla personalizada de Bresciani. Desde entonces, la firma no ha parado de crecer y expandirse por el mundo. “Empezamos con las iniciales y hoy se hacen caras de perros, escudos, familias, banderas. Nos hacen pedidos de todas partes del mundo”, cuenta. Y revela que uno de los encargos más “locos” fue el contorno de las caras de Los Tres Chiflados.
Cada mate en oro y plata es una obra de arte y un desafío: “Los detalles se hacen línea por línea, de forma manual, nada es a máquina. Le ponemos mucho cariño y cabeza a cada pieza, para que la persona se vaya con lo que pensó, porque el mate te acompaña todos los días. La idea es que vuelvan y nos recomienden, por algo nos mantenemos hace 100 años”, subraya Federico. El Cebolla Rodríguez descubrió la platería en 2013. Llamó por teléfono para encargar un cuchillo y no dijo quién era. Federico lo supo cuando vio que su casilla de mail era Cebo Rodríguez. A través de él, llegó Diego Godín: se acercó a la platería a elegir un mate para un amigo francés que resultó ser Antoine Griezmann. Godín mandó a hacer otro para él, y el boca a boca surtió efecto en la selección: han pedido mates Suárez, Edinson Cavani, Fernando Muslera, el Mono Pereira, Josema Giménez, Nicolás Lodeiro, Darwin Núñez, Ronald Araújo, entre otros.

Y cuenta que en febrero de 2020, el presidente se apersonó en la platería para elegir una hebilla personalizada para regalarle al rey Felipe VI de España, que había venido a la asunción presidencial. “Me acuerdo que paró la camioneta blanca en la puerta, bajó con toda la seguridad y como es él, muy agradable”, repasa Federico. En tanto, una rastra criolla con el escudo de Uruguay fue la artesanía que eligió el expresidente Tabaré Vázquez para obsequiar a George Bush cuando este visitó Uruguay en 2007. Si bien Federico cuenta que no tuvo comunicación con Vázquez porque la gestión la hizo el Ministerio de Relaciones Exteriores, si contó con la aprobación del mandatario, ya que él había recibido esa misma hebilla como regalo. Ricky Martin, Luciano Castro, Facundo Arana, Valeria Lynch y Dady Brieva son otros que recibieron su mate y bombilla como obsequio de las productoras.